No es la primera vez que me preguntan cuál es la mejor editorial para autoeditarse. Unas veces me preguntan por privado, y otras en los comentarios del Blog, así que he preferido responder de forma abierta a todas ellas, advirtiendo que esto es un artículo de opinión basado en una limitada experiencia personal, que en mi caso ha bastado para ver el negocio de la autoedición desde un prisma que seguramente no todo el mundo podrá compartir.
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Decía Bob Young que: «El ingrediente secreto de Lulu.com es que damos al autor el 80% de los beneficios» · (28/05/2007) ELPAÍS.com.
Eso le dejaría únicamente con un 20% de los beneficios generados por nuestras obras, pero ahora nos ofrece un descuento del 20%. (equivalente a toda su ganancia) en una primera oferta y otra aún más generosa del 33% en la segunda.
A caballo regalado no le mires el diente.
Es importante comprobar que se trata de un descuento que se está aplicando a gastos como el de producción (impresión bajo demanda) siendo estos totalmente opacos.
Que los precios pegaran subidas escandalosas el pasado octubre y que ahora bajen con la misma opacidad, me suscita en ambos casos la misma pregunta.
¿Cuánto se está llevando realmente Lulú de esa partida opaca de gastos de producción?
Vengo advirtiendo desde hace tiempo que no hay forma de saber cuales son los beneficios reales que producen las obras gestionadas por Lulú, pero creo que cosas como estas nos dan algunas pistas.
Advierto que diga lo que diga Lulú, no se trata de un mero servicio, sino de un negocio editorial porque hay comisiones comprometidas de por medio y algunos no olvidamos lo que prometió.
Pirate Bay fue noticia por ser condenada por una actividad perfectamente legal, el intercambio de contenidos sin ánimo de lucro, pero esto son luchas entre tiburones donde la carnaza son los autores de obras protegidas por copyright.
Hay muchas clases de tiburones, los más grandes son los gobiernos con sus leyes obsoletas, le siguen los lobbys de la propiedad intelectual, y últimamente ante la abundancia de comida aparecen un montón de nuevos tiburones de menor tamaño como Lulú, Pirate Bay, etc…
Defendí en su momento al tiburoncito Pirate Bay porque el tiburón grande que le pegó un buen bocado, atenta nada menos que contra el libre intercambio de contenidos sin ánimo de lucro, que es como decir atentar contra la libertad en Internet, pero ahora Pirate Bay va a jugar un nuevo juego y no sabemos cuál es, porque solo ha lanzado algunos breves comentarios.
Bajo una apariencia de mayor cobertura legal de los derechos del copyright podría esconderse una gestión fraudulenta de los mismos bajo condiciones de opacidad y de falta de control de los autores autoeditores sobre la distribución de sus obras, porque esto se está convirtiendo ya en el feo negocio de moda donde cada vez más gente quiere participar.
La compra de un negocio (Pirate Bay) que tiene problemas con la justicia vino acompañada de declaraciones muy ambiguas. Gaming Factory comentó «Nos gustaría introducir modelos en los que los proveedores de contenidos y los dueños de copyright sean pagados por los contenidos descargados del sitio».
¿Nuevos modelos de negocios? Los que hemos optado por fórmulas de autoedición debemos de estar alerta.
Lo único que me queda claro es que los negocios basados en compartir contenidos en Internet están surgiendo con una diversidad de modelos bajo una indefinición de derechos muy importante, y esto me recuerda el tema de Lulú. Aquí no hablamos de impresión bajo demanda, pero hay una idea que subyace detrás de todos estos modelos de negocio.
En Internet existe una gigantesca producción de contenidos que hasta ahora se difundían gratuitamente, pero muchas compañías se han dado cuenta de que pese al pequeño valor individual de cada una de estas innumerables obras que pululan por el océano de Internet, el valor global de todas ellas justifica salir a pescar en ese océano. El sistema consiste en poner un cebo atractivo para que los pequeños peces acudan y caigan en la red. El precio del almacenamiento de contenidos en formato electrónico es irrisorio así que no me extraña la proliferación de estas nuevas ofertas de negocio.
Esto podría conducir al desenfreno y a la duplicación de ofertas del mismo contenido alojado en una gran cantidad de sitios dedicados a este nuevo tipo de negocios y el caos puede ser brutal, porque el seguimiento adecuado de los beneficios generados por una obra ofrecida en un montón de sitios distintos bajo condiciones diferentes sería más complicada. Ya hay gente que incluso hace subcontratos con terceros para ampliar la oferta propia de distribución cediendo para ello los derechos de muchas obras bajo unas condiciones totalmente opacas para el autor que termina por perder toda noción de los innumerables negocios derivados de su obra.
Esta es la clave de todo el negocio. Arrebatar el control al autor que ni siquiera se da cuenta de ello. Creo que el autor no debe perder el control sobre su obra en ningún momento y no dejarse embaucar.
Desde que la compañía de software sueca Global Gaming Factory X (GGF) anunció la compra del portal sueco «The Pirate Bay», uno de los principales del mundo para intercambiar archivos por Internet, por 60 millones de coronas (5,5 millones de euros). Se han venido sucediendo una cascada de noticias y rumores.
Recordemos que desde hace dos años, The Pirate Bay venía trabajando en un proyecto destinado a competir con YouTube y con otros sitios de alojamiento de vídeos, llamado The Video Bay. Es una apuesta fuerte.
Pero ahora nos enteramos que la nueva Pirate Bay se plantea pagar a quien comparta archivos, de forma legal se entiende, porque si ya hubo problemas con el intercambio gratuito de contenidos protegidos por copyright esto otro ya sí que sería manifiestamente un delito importante. El pago se haría supuestamente gracias a lo que esta compañía pretende cobrar de las operadoras por aligerar el tráfico mediante descargas directas. No me queda claro.
Habrá que estar muy atentos a la concreción de estos nuevos modelos de negocios. Aquí todo el mundo quiere sacar tajada haciendo una labor de intermediación que en mi opinión es prescindible. Un autor en Internet puede llegar directamente a su público y ofertar su obra en formato electrónico. La tentación de incluir una obra en un gran catálogo ha de ser meditada y yo recomiendo a los autores que no hagan experimentos con obras propias especialmente valiosas. Si quieren probar que tal funciona una determinada oferta de distribución de contenidos deberían empezar probando con alguna obrita menor, y evaluar el tipo de control que les ofrece ese sistema de distribución.
La situación de indefinición legal permite casi todo en estos momentos. Una oportunidad y una estafa son opciones totalmente distintas y muchas veces no se nos ofrece la suficiente información para distinguirlas. La autoedición debería implicar independencia y libertad, pero dentro de la actual lluvia de ofertas no hay mucho que merezca la pena, porque lo que realmente aporta valor son los contenidos. Salvo casos excepcionales los demás aportan muy poco. Un autoeditor debería ser muy consciente de ello y tomarse las cosas con calma. Los atajos que ofrecen algunos pueden echar por tierra el futuro productivo de una obra. Vender un libro no es como vender un objeto cualquiera.
En la industria alimentaria hizo falta alguna que otra intoxicación masiva para que las leyes se reforzaran ofreciendo más protección. Cuando compramos un alimento este viene con una serie de datos en la etiqueta que son parte de los requisitos con los que debe cumplir la compañía para poder ofertarlo al público. En el otro extremo las ofertas en Internet por la gestión de contenidos sujetos a copyright son algo en lo que cada cual está ofreciendo libremente lo que le da la gana, y si sobre la marcha lo ven necesario te cambian las condiciones pactadas inicialmente y simplemente te destrozan con total impunidad. Es lo que tiene asumir la falta de transparencia y la pérdida de control sobre los beneficios generados como algo normal.
Pirate Bay se limita a lanzar un globo sonda, y yo pregunto con bastante recelo. ¿Quo vadis Pirate Bay?
Puede decirse que yo empecé esta andadura a principios de 2008 después de escribir mi primera novela de ciencia ficción y optando por publicarla en Lulú cosa de la cual me arrepiento. Más que nada porque Lulú no respetó sus compromisos, pero no hablemos de ello.
Yo continuo confiando en la vía de la autoedición. Para mí está vía minimiza las posibilidades de alcanzar el premio gordo de la lotería de los best sellers de libros, pero no creo que un escritor deba aspirar a eso y mucho menos planteárselo en sus inicios. El primer objetivo de un escritor, en mi humilde opinión, debería ser darse a conocer como tal, y luego aspirar a poder vivir de su oficio que no es poco.En ese sentido yo creo que la autoedición es una buena opción que tiene algunas ventajas en un mundo donde los poderosos negocios tradicionales se ven sometidos a una presión brutal fruto más de su inmovilismo en un mundo cambiante que de otra cosa.
El autoeditor es libre de aprovechar todas las oportunidades que el futuro le depare mientras sepa conservar los derechos de su obra sin malbaratarlos, lo cual es fácil que ocurra porque son muchas las ofertas peligrosas que sobrevuelan como buitres carroñeros sobre los desconcertados escritores noveles.
Por esa razón yo recomiendo a los escritores noveles que primero escriban obras cortas para poder aprender con ellas en el mundo de la autoedición sin arriesgar demasiado. Si optan por algún servicio integral para autoeditores basado en Internet, deberían asegurarse de que es un sitio serio y que como mínimo tiene sede social en su país, o su comunidad económica, etc. Esto es un signo de responsabilidad, y lo contrario puede ser síntoma de estrategias para dejar indefenso a los usuarios ante posibles demandas legales, habida cuenta del disparatado gasto que tienen las demandas internacionales. Considero que a día de hoy Lulú no cumple estos requisitos mínimos y que se ha aprovechado de ello.
En otros sitios como Bubok, (sí tiene una sede social conocida en España) se puede obtener cierta experiencia en la autoedición, pero para una obra importante yo no confiaría en nadie, ni siquiera en Bubok de la cual no tengo por ahora información de abusos o malas prácticas. Yo para una obra importante como una gran novela o una serie de novelas, optaría por contratar uno por uno y con absoluto control, cada uno de los servicios requeridos en cada caso, porque no sabemos que es lo que harán todas estas compañías aparentemente fiables en un futuro con todo ese material protegido por Copyright. ¿Paranoias mías?, permitirme una pregunta.
¿Consideráis que Google es una empresa seria? Lo pregunto porque Google hizo una jugada feísima para hacerse con ciertos derechos de obras protegidas que obraban en su poder. Guillermo Schavelzon dice:
Google, que se apropió de millones de libros violando todas las leyes internacionales de propiedad intelectual. No ha sido un error de sus abogados, sino un “globo sonda” bien planeado. Actuaron de hecho, y ahora intentan resolver los aspectos legales en sede judicial, ofreciendo una indemnización de 130 millones de dólares, que representa menos de 60 dólares para cada autor pirateado, cifra por la que no podrían haber contratado tantas obras jamás. Para cobrarlos, el autor tiene que otorgarles el permiso de explotación electrónica de su obra, como si no hubiera habido un delito anterior.
Yo creo que hay demasiado listo en este mundillo y que en estos momentos no se puede confiar en nadie. Una obra representa un gran esfuerzo y su rendimiento puede no solo irse al traste por una decisión equivocada, sino que puede incluso hacer ganar dinero a unos parásitos que medran impunemente entre los ilusionados escritores novatos destruyendo un montón de sueños y repartiendo dramas que muchos sufrirán en silencio.
Robando muchos pocos, una empresa se puede hacer millonaria y no tengo interés en colaborar a la fortuna de este tipo de negocios. Sinceramente creo que el espejismo del éxito fácil y rápido es algo que todo escritor novel debería evitar perseguir porque los espejismos se terminan evaporando. Creo que las estrategias de mercado de un escritor autoeditor han de ser a largo plazo y objeto de continua revisión y autoformación.
Creo que el panorama editorial es lo suficientemente convulso como para que los autoeditores gracias a su mayor agilidad y flexibilidad puedan encontrar muchas oportunidades en detrimento de unos poderosos negocios editoriales muy anquilosados y que no se están adaptando bien a los nuevos cambios. Saber cómo aprovechar estas oportunidades es algo que el autoeditor debe de averiguar y eso forma parte de este oficio en el cual por cada cosa que haces, dejas de hacer tres o cuatro muy importantes. Lo interesante es que el tiempo y la autoformación siempre jugarán a nuestro favor y que no hay una única estrategia acertada sino muchas.
Creo sinceramente que los auteditores experimentados adquieren una cuota de autosuficiencia muy elevada sin comprometer los derechos de sus obras en arriesgadas aventuras.
He citado antes a Guillermo Schavelzon, pero el artículo del cual saqué esta cita no tiene desperdicio y ofrece una visión muy interesante sobre las tendencias del mercado editorial.
Desde que explotó la crisis financiera, la preocupación de editores y libreros se centró en el temor a la caída de la venta. Aunque en la mayoría de los países no ha bajado, la venta de libros tarde o temprano caerá, pero no solo por la actual retracción del gasto, sino por la poca atención prestada a los cambios en las pautas de consumo de los lectores, y a la erosión que las “teorías de mercado” han provocado en estos años.
Yo en estas palabras veo una clara oportunidad para los autoeditores. En relación con el futuro del soporte tradicional de papel para el libro, que no creo que esté en peligro de desaparecer, resulta obvio que tendrá que compartir en un futuro protagonismo con los libros electrónicos.
Hoy la gran pelea se está dando en el terreno del hardware, los dispositivos llamados e-readers, sean Kindle, Sony-Reader y varios más, cuya venta va en aumento aunque todavía no es significativa. Se trata de pequeños portátiles para leer en pantalla, algo primitivos aunque funcionales. Recordemos los primeros teléfonos celulares, y su evolución posterior; los e-readers, en tres o cuatro años más, estarán cerca de la perfección, y entonces será el momento de los contenidos. Antes, no.
También esto representa una nueva oportunidad para los autoeditores porque la impresión de un libro no es algo que uno pueda hacer en su casa y preparar un documento electrónico sí.
El artículo que he citado varias veces fue escrito en marzo del 2009 y publicado el 25 de mayo del mismo año aquí: Bienvenida la crisis (Por Guillermo Schavelzon)
Me encantó leer este artículo que me permite mantener mi optimismo en cuanto al futuro para los auteditores porque… a río revuelto ganancia de pescadores. Creo que ahora nos están haciendo pagar el pato de novatos, aún transitamos por un campo minado, pero confío en la consolidación de la autoedición como alternativa y que tarde o temprano los autoeditores adquiriremos conciencia de grupo con intereses comunes y evitaremos que los gusanos oportunistas devoren los sueños de los novatos incautos.