El papa Francisco, ha sorprendido con unas declaraciones que para algunos son indicativas de cambio. Concretamente ha afirmado lo siguiente:
«Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella. Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad».
Para empezar, lo de «de forma muy bella» es purito almibar. Yo lo veo como una cuestión de forma más que como una cuestión de fondo. El papa Benedicto XIV era más directo, más arrogante, más beligerante, más provocador. El papa Francisco me parece más… ¿diplomático?, ¿almibarado?, ¿hipócrita quizás?… El tiempo lo dirá, pero no hay nada que indique que la ideología de La Iglesia ha variado significativamente.
Yo no veo un cambio de fondo. Veo la misma ambigüedad calculada y la misma hipocresía de toda la vida, ya que el daño que generan contra determinados colectivos es algo que las altas jerarquías de La Iglesia procuran generalmente de forma muy sutil y edulcorada.
La postura de La Iglesia en relación a los homosexuales sigue las normas morales derivadas de su interpretación de las Sagradas Escrituras. Estas condenan los actos homosexuales e invitan a quienes poseen tendencias homosexuales a la continencia. También sugieren a los demás a acogerlos con respeto, compasión y delicadeza…, salvo cuando deciden aplicar una vuelta de tuerca.
La Iglesia ha declarado alguna vez que los «deseos» homosexuales no son necesariamente pecaminosas en sí mismos, pero siempre los calificó de desviaciónes enfermizas antinaturales y otras veces directamente las calificó de pecaminosas.
Consideran los deseos homosexuales como tentaciones que deben de ser superadas por el que las sufre, pero también asumen que el que cede a la tentación sufrirá algún castigo por su pecado. La Iglesia Católica oficialmente se ha mostrado opuesta a la persecución y la violencia contra ellos, pero los considera o bien pecadores (dependiendo de que cedan a sus supuestamente bajos instintos) o bien meramente desviados. Por desviación entienden una tendencia antinatural en el comportamiento humano que debe ser corregida.
Todo ello ha sido sufrido por el colectivo homosexual bajo veinte siglos de dominación católica pura y dura, sobre todo en toda Europa. Esto ha conformado un enrrarecido ambiente social para el colectivo homosexual, que así pues ha sido tradicionalmente percibido como socialmente dañino.
La Iglesia procura no actuar directamente contra ellos y se limita a situarles a los pies de los caballos, al tiempo que hipócritamente pide benevolencia para ellos sabedora de que algunos de sus fieles más fanáticos harán el resto sin apenas oposición social.
Esto es así salvo cuando deciden aprovechar los ambientes enrarecidos que ellos mismos han creado para pasar a la acción, impulsando legislaciones retrógradas en países proclives a ello:
El 2 de julio de 2009, la Corte de Nueva Delhi derogó la ley que consideraba ilegal todo acto homosexual. Los jueces sentenciaron que se debía de respetar a los homosexuales. Pero esta sentencia sólo es aplicable en Nueva Delhi. La Iglesia ha tenido mucho que ver en el trato que reciben los homosexuales en La India y continua teniendo mucho que ver en ello ya que se pronunció en sentido de continuar penalizando la homosexualidad.
Gracias a La Iglesia la homosexualidad en India continua siendo un tabú social y gubernamental. Pensar que La Iglesia está cambiando es puro voluntarismo.
El Vaticano aún no ha firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos y solo ha suscrito 10 de los 103 convenciones internacionales existentes, que reconocen y amparan los Derechos Humanos.
La Iglesia parece tener nostalgia de los tiempos de su omnímodo poder. Me refiero a los tiempos de la inquisición que conviene no olvidar, porque el fin del retrogradismo actual es exactamente ese.
La Iglesia con sus castigos es una fabrica mártires generalmente anónimos, pero históricamente algunos han tenido cierta relevancia.
Juana de Arco fue quemada viva en Rúan, los clérigos la condenaron por herejía. Según diversos testigos presenciales del juicio, fueron sometidos a multitud de correcciones por orden del obispo Cauchon, así como a la introducción de datos falsos. Finalmente, después de algunas revisiones, en 1909 fue beatificada y posteriormente declarada santa en 1920 por el Papa Benedicto XV.
Hubo a lo largo de la historia muchísimos supuestos herejes que fueron tratados como tales por la inquisición. No en vano se han manejado una cincuentena de diferentes categorías distintas de herejía, y todo ello obedece a La necesidad de la Iglesia de emitir juicios morales y de procurar castigos. Ahora La Iglesia ha perdido mucho poder para castigar, pero dentro de sus limitaciones continúa haciéndolo o procurando hipócritamente que otros lo hagan por ella. Les basta con sembrar la homofobia. A su vez las conferencias episcopales de otros países harán lo propio obedeciendo a su líder.
Mientras el Vaticano no firme la carta de la declaración de los derechos humanos, su moralidad ha de ser puesta en entredicho.