Algunas interpretaciones de las cuentas de la visita del papa, son tan peregrinas como los visitantes que acudirán masivamente al evento de estas Jornadas Mundiales de la Juventud, que son pura ostentación del músculo Iglesia-Estado, y que causan unos gastos, que ni de lejos son costeados integramente por la comunidad católica, tal y como se ha pretendido con más hipocresía que vergüenza.
Los gastos indirectos son muy considerables y también los pagamos todos los contribuyentes.
La visita del Papa no sale gratis
Los organizadores presumen de coste cero para el contribuyente – No hay subvención directa, pero sí rebajas en transporte y cesión de edificios públicos.
El intento por ocultar estos gastos públicos convirtiéndolos en indirectos, obedece a la conciencia culpable de las autoridades que los conceden.
El interés de esta visita es grande en un país que de facto continua siendo muy devoto, y tan confesional como antes de la puesta en vigor de nuestra constitución, pero eso no es nada extraño y nuestra historia da algunas claves para explicarlo.
Marco histórico de la dependencia Iglesia-Estado:
Desde el estado siempre se ha invertido en promover la ideología católica con unos dispendios de dineros públicos que pueden reconocerse fácilmente en la monumentalidad de nuestro patrimonio cultural.
La cruz de los caídos es un monumento construido con la sangre de los perdedores y que asume que todos, vencedores y perdedores, son católicos, o que a ninguno le importaba ser enterrado bajo una enorme cruz. ¿Qué van a hacer finalmente con esa aberración?
Fue construida para: «…perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada…»
Los cuerpos allí sepultados fueron recogidos de fosas comunes de Brunete, Grado, Gandesa, Tarragona, Badajoz o Teruel entre otras, después de la Guerra Civil y hasta 1983.
Utilizaron como mano de obra unos 20.000 republicanos, y las deficientes medidas de seguridad ocasionaron al parecer bastante bajas que no fueron contabilizadas. Europa condenó al régimen franquista de la postguerra por estas y otras violaciones de los derechos humanos.
Se estima unas 50.000 ejecuciones en la represión franquista que siguió a la Guerra Civil. La terminación de la Guerra Civil facilitó una más eficaz y sistemática y dura represión.
La Iglesia contempló esos genocidios con absoluta indiferencia, ya que era una lucha contra los enemigos de La Iglesia. Los republicanos no sólo no apoyaban a La Iglesia sino que llegaron a quemar algunos templos cuyos antecedentes según recoge la Wikipedia fueron la defensa de la separación Iglesia-Estado:
Con la proclamación de la República, el nuevo orden constitucional debía amparar la libertad de cultos y desarrollar un proceso de secularización que permitiera superar la tradicional identificación entre el Estado y la Iglesia Católica, uno de los elementos clave de legitimación de la monarquía. Los republicanos anunciaron su determinación de crear un sistema de escuelas laicas, introducir el divorcio, secularizar cementerios y hospitales y otras medidas. Pero la Iglesia no estaba dispuesta a dejar que esto ocurriera.[cita requerida] Así, el 1 de mayo, el cardenal Pedro Segura publicó una pastoral en la que instaba a los fieles a unirse para salvar los derechos amenazados de la iglesia.1 La pastoral fue considerada una declaración de guerra por muchos republicanos, incrementando el sentimiento anticlerical de muchos ciudadanos.
Menciono todo esto seguimos ante la misma lucha de entonces por la separación efectiva Iglesia-Estado. Se trata de una lucha desigual. La Iglesia sabe de la fuerza del voto católico y viene doblegando al estado español desde hace miles de años.
Gracias a esto se ha perpetuado una simbiosis Iglesia-Estado mutuamente beneficiosa, que va en contra de la libertad religiosa, y en contra de otras muchas libertades, porque no sólo se impone la moral católica como la única moral posible, sino que se permite que dicha moral sea impartida a los niños desde su más tierna infancia, con las subvenciones de los dineros públicos.
Por ello es fácil concluir que la tradición religiosa en España ha sido cultivada desde siempre desde el poder.
El fanatismo católico y su moralidad:
La ideología católica además de retrógrada y estupidizante, está diseñada para convertir a ciudadanos conscientes de sus derechos, en dóciles borreguitos que confían en el poder. Es una ideología que promueve como valor espiritual la fe (ausencia de racionalidad y de critica) la creencia en la infalibilidad papal, la obediencia incondicional al papa, la anulación de los deseos de justicia relegando la misma a una justicia divina postmortem.
Promueve el sacrificio e incluso el sufrimiento como elementos purificadores del alma. Esto último podemos verlo claramente en los rituales católicos de Semana Santa. Gente flagelándose como idiotas, o destrozándose las vértebras cuando cargan las imágenes de sus santos, etc.
El asunto de la ideología retrógrada y liberticida del catolicismo no es un asunto menor ya que causa mucho sufrimiento, pero no es el único elemento a considerar. Si esta ideología quedara en el ámbito privado de las personas, y se ejerciera en su legítimo derecho a la libertad religiosa, no existirían protestas como las que están anunciadas con motivo de la próxima vista del papa.
La condena de las protestas contra La Iglesia responden a la estrategia fanática de considerar que se atenta contra un bien sagrado.
Los «errores» de La Iglesia:
Estamos olvidando que esta Iglesia, para evitar el deterioro de su imagen, prefirió hacerse cómplice de horrendos crímenes de pederastia. Esto y más barbaridades se hacen desde la más absoluta impunidad y manteniendo unas subvenciones y otros privilegios antidemocráticos, anticonstitucionales y que atentan contra los derechos recogidos en la declaración universal de los derechos humanos.
El espesor de los mantos de silencio que ocultan las barbaridades (equivocaciones) cometidas por La Iglesia es directamente proporcional a la atrocidad cometida. Yo desafío a cualquiera a que investigue sobre el papel de La Iglesia en el genocidio de Ruanda de 1994. Unas ochocientas mil (800.000) personas fueron asesinadas en las iglesias y lugares sagrados a golpe de machete. Miembros de la jerarquía católica en Ruanda tenían estrechos vínculos con los políticos ultras y apoyaron a las milicias hutus en la matanza. Algunos sacerdotes católicos denunciaron los escondites de los tutsis y se los entregaron a los machetes de las milicias hutus. La emisora de radio católica “Mil Colinas” incitaba día y noche a quemar las casas con las personas dentro. Existen condenas firmes que avalan estos hechos, que son masivamente ignorados para evitar manchar La Imagen de una Iglesia cuya historia hasta nuestros días demuestra su tendencia al «error» del genocidio fanático asociándose con toda clase de dictadores. Franco, Mussolini, Hitler, Videla, Pinochet…
Conclusiones:
Sinceramente, con estos precedentes, pedir que se paguen sus fiestecitas católicas hasta el último euro, no me parece un drama sacrílego sino un derecho fundamental.
En realidad es más que un derecho, es una obligación moral. Máxime en una época de crisis económica como la actual, y considero normal que a cada intento de meada fuera del tiesto por parte de La Iglesia, la sociedad que no ha sido abducida por estas ideas fanáticas, se defienda, proteste, y reivindique la escrupulosa separación Iglesia-Estado por muy fuerte que sea el apoyo fanático y borreguil a la meada fuera del tiesto.
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