Es evidente que la oración es eficaz en determinadas circunstancias. Si el papa impone sus manos a un fervoroso creyente y le dice que está curado, este se sentirá curado. Se llama sugestión y efecto placebo.
Cantidad de personas que acuden a las procesiones cristianas de su localidad, afirman que piden al Cristo o a la Virgen, y que esta les escucha y les concede sus deseos, pero está clarísimo que no es cierto, ni siquiera son capaces de conseguir que no llueva para que la imagen pueda salir en procesión.
¡Qué disgusto más gordo que se ponga a llover!, y ¡Qué olvido más imperdonable del Santo!
Ejercitando la coherencia:
Las explicaciones a estas inconsistencias son los reglones torcidos de Dios, o la cruel forma que tiene Dios de poner a prueba su fe. No deja de tener su mérito tantísima estupidez.
Ahora que recuerdo llamarlo estupidez es ofensivo para un montón de gente, pero por desgracia no puedo usar otro calificativo para algo, que con toda honestidad, no creo que merezca un calificativo más amable.
Me encantaría poder usar otros calificativos para la gente crédula, sin faltar a lo que yo considero una verdad palmaria. Lo único que puedo hacer es desear que no se ofenda nadie con mis palabras, pero no tengo a quién rezar para pedir ese milagro.
Yo hace mucho que hice mi elección entre la sinceridad y la diplomacia, y continuo pagando por ello un precio. Es mi ideología, la verdad antes que la diplomacia. En este mundo sobra hipocresía, y falta verdad.
De todas formas, intentaré arreglar un poco la cosa. Yo no creo que la gente que hace estupideces sea necesariamente estúpida, pero tampoco les hace más listos. (lo intenté).
Pondré otro ejemplo para que se comprenda mi punto de vista:
¿Puede la oración con imposición de manos ayudar a sanar?
Un estudio africano con personas que tenían problemas visuales y auditivos sugiere que tal vez sí, aunque sea a través de un efecto placebo.
¿Tal vez? ¿Es eso un empate entre ambas posibilidades? A esto se le contesta con la famosa frase citada por el astrofísico y escéptico Carl Sagan : «Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias».
Una frase no apta para los que tengan necesidad de inventarse, de forma tan arbitraria como gratuita, inefábles y trascendentales misterios, por el contrario, será muy útil para todo aquél que persiga sinceramente la verdad, sea cual sea.
Veamos que acaba de decir la ciencia sobre el efecto placebo:
Descubren cómo funciona el efecto placebo
Creer que tomamos una medicina activa la región del cerebro asociada a la recompensa.
[…] Los voluntarios que creían haber recibido un analgésico presentaron una actividad particular al nivel de una zona del cerebro llamada núcleo accumbens, acompañada de secreción de dopamina, un neurotransmisor utilizado en las conductas de recompensa. Esta estimulación se produjo incluso en los voluntarios que creían haber tomado un analgésico antes de que el dolor apareciera.El núcleo accumbens es una pequeña región en el centro del cerebro vinculada a la habilidad de experimentar placer y recompensa e incluso de hacerse adicto a las sensaciones causadas por ciertas drogas.
[…] El grado en que una persona responde a un tratamiento de placebo está vinculado íntimamente la actividad que registre el área del cerebro destinada a anticipar un beneficio o una recompensa.
[…] «Los resultados de estos estudios ópticos moleculares indican que la actividad de dopamina es activada como respuesta a un placebo de una forma que va en proporción a la cantidad de beneficio que anticipa el individuo», añade Jon-Kar Zubieta.
Es curioso, resulta que lo que tiene realmente efecto placebo son las palabras del médico y que este empieza antes de tomarte la supuesta medicación. Que sepamos el estudio no aclara que el médico tenga facultades especiales, tipo Jedi. Por lo tanto, es el individuo el que voluntariamente abre la puerta a tales sugestiones, y somatiza un resultado. Para eso no se necesita ingerir nada.
Las múltiples formas del placebo:
Los fenómenos de la oración, del placebo, de la superstición y de la sugestión están íntimamente ligados.
Rezar al Cristo de la buena muerte funciona igual que recitar un mantra. Los tibetanos dedican muchas oras a recitar «om mani padme hum» (‘¡Oh, joya en el loto!’), y llevar un crucifijo colgado al pecho funciona igual que llevar una piedra de Onix (supuestamente la piedra con propiedades protectoras), o una pata de conejo, o una herradura, o una pulsera Power Balance, o una pulsera de cuarzo, o dormir con imanes debajo de la cama, o un trébol de cuatro hojas.
Lo único que se necesita es cierta dosis de credulidad y una vecina que afirme que a ella le funciona. Luego basta con propagar su buenas cualidades a familiares amigos y vecinos con la excusa de que daño no puede hacer y total por probar no se pierde nada.
¡Es un error! Se pierde el sentido del ridículo y el amor a lo verificable. Se pierde el contacto con la realidad y se infecta a nuestros conocidos con la malsana propensión a la superchería. Se pone al mismo nivel a las supersticiones que a la ciencia.
Los creyentes que viven con fervor su fe, y que piden favores a los santos, son adictos a la dopamina y pretenden vender sus creencias idiotizantes, y su dopamina a los demás. Algo potencialmente dañino que ellos tienen como inocuo.
Para aquellos que no les convenzan mis argumentos, sería bueno que comprobaran donde les ha llevado a otros su malsana credulidad: ¿Se castigan las estafas religiosas?
Deja una respuesta