Hace más de siete años del 11M, y es la primera vez que un juez se interesa por saber quién ordeno la destrucción de los trenes de aquella masacre. Las fotos del desmantelamiento de los trenes que suponían destrucción masiva de pruebas, son del 14 y el 15 de marzo, y se hicieron con un impresionante despliegue de maquinaria, y a toda velocidad.
Aparecen nuevas evidencias fotográficas del desguace de los trenes
Unas fotografías tomadas en la estación de El Pozo el 14 y 15 de marzo prueban que los trenes del 11-M comenzaron a ser destruidos en los andenes.
[…] Aunque el proceso de examen de los vestigios en los focos de explosión continuó muchas horas y varios días después de los brutales atentados, como el propio Sánchez Manzano dijo en su descargo durante el juicio del 11-M, es indudable que los trenes se destruyeron a toda prisa impidiendo así que sirvieran de prueba en la posterior investigación judicial de los hechos.
[…] En los 150.000 folios del sumario del 11-M no consta quién dio la orden de destrucción de los vagones en los andenes. Sí se precisa que fue el juez Del Olmo quién ordenó quemar en el vertedero de Valdemingómez las prendas de ropa y efectos personales de las víctimas que nadie hubiera reclamado antes, pero en ninguna parte se indica quién mandó destruir los trenes.
Estas informaciones salen a la luz poco después de que la juez se interesara por saber quién ordenó destruir los trenes, cosa que aún no sabemos.
La juez pregunta a la Audiencia si Del Olmo ordenó destruir los trenes
La magistrada Coro Cillán pide a la AN que le aclare si el juez instructor del sumario del 11-M ordenó la destrucción de los vagones.Desde el julio del año 2009, Cillán instruye el procedimiento donde se encuentra imputado el exjefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, y la jefa de los laboratorios de los artificieros por los delitos de falso testimonio, ocultación de pruebas y encubrimiento en relación con su actuación en los atentados.
Las acusaciones querelladas contra Manzano sostienen que durante los días posteriores a la masacre, los Tedax recogieron «todo» tipo de pruebas en los cuatros escenarios de los brutales atentados (estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo, junto con la madrileña calle Téllez) para que se pudiera esclarecer qué material explotó en los trenes y quiénes fueron sus autores. Esos «kilos y kilos» de muestras que estaban a cargo del ahora comisario policial, posteriormente, desaparecieron.
Juan Jesús Sánchez Manzano, no supo explicar nunca la cadena de pésimas decisiones tomadas por él, que eran contrarias al procedimiento, y que dieron como resultado la inverosímil declaración ante el tribunal de que no se pudo determinar el tipo de explosivo utilizado por los terroristas. Gómez Bermúdez no dedujo testimonio contra él, pero gracias a la insistencia de las víctimas han ido conociéndose, con posterioridad al macrojuicio, hechos siempre en la línea de que nos ocultaron la verdad.
No olvido el importantísimo vídeo que Gómez Bermúdez ocultó a las partes y que desacredita parte de la sentencia del macro-juicio 11M, por aparecer en el análisis DNT y por afirmar los peritos que la presencia de Ftalato no es indicativo de nada por ser un material ubicuo.
Tampoco olvido que Rubalcaba ha hecho todo lo posible por entorpecer la acción de la justicia y que mereció por ello un ultimátum de la juez para entregar documentación sobre los Tedax.
Tampoco olvido que si bien hubo algunos Tedax que apoyaron a Manzano, estos incurrieron en contradicciones insalvables, y que las «Contradicciones entre los agentes de Manzano sobre el papel del comisario» apuntan a una destrucción masiva de pruebas que ni siquiera Manzano ha sabido negar de forma contundente, ya que se limitó a decir que la enorme cantidad material destruido por él, carecía de valor probatorio. Cosa que él no tenía ningún derecho a decidir.
Resulta surealista que ni el juez instructor Juan del Olmo, ni ninguno de los tres jueces del macrojuicio del 11M le consideraran un testigo hostil.
Sánchez Manzano tampoco tenía derecho a acaparar el control de las pruebas que debieron ser analizadas por la policía científica, porque así lo indica el protocolo y porque tienen más medios. Lo que hizo en su laboratorio fue lavarlo todo con agua y acetona para eliminar los restos de explosivo.
A mí me parece que algún superior suyo se sirvió de él para destruir las pruebas, aunque no sepamos porqué, ellos sí deben saberlo.
Otra historia de negación de la verdad:
Todo esto que ocurrió con el 11M, fue posible gracias al rechazo visceral de la ciudadanía a cualquier verdad alternativa cosa que no es la primera vez que ocurre.
La muerte de Juan Pablo I también fue una burda mentira. Murió casi seguro, envenenado. No pudo ser un ataque de miocardio, porque en estos casos la víctima lucha dolorosamente contra la muerte, y el papa murió tranquilamente mientras leía.
Su defunción no fue certificada por el forense del Vaticano, sino por otro forense, su embalsamamiento fue muy precipitado, y se insistió en que nada de sangre fuese drenado del cuerpo, y ninguno de los órganos tampoco debían ser removidos, no se realizó autopsia, casi nadie se atrevería a pedirla por miedo a la verdad.
Se sabe que el papa estaba al tanto de las irregularidades que involucraban al director del Banco Vaticano, el obispo Paul Marcinkus, y a Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano. El Banco del Vaticano era el accionista principal del Banco Ambrosiano, y el papa estaba a punto de tomar medidas en ese sentido. También era partidario de control de la natalidad. Se cree que los asesinos podrían ser los que favorecieron la posterior elección de Juan Pablo II como sucesor.
Marcinkus fue designado arzobispo por Juan Pablo II, y siguió al mando del Banco Vaticano, hasta que sobrevino el escándalo por la quiebra del Banco Ambrosiano, y el Papa le pidió su renuncia.
Conclusiones:
La precipitación para hacer desaparecer las pruebas de posible un crimen, es algo que jamás puede ser pasado por alto, y menos cuando el suceso viene acompañado de otras cuestiones poco claras.
Querer saber la verdad no puede ser considerado nunca como un crimen horroroso, porque eso delata la condición de tácitos encubridores de los cobardes que actúan así.
Ahora una jueza se atreve a hacer una pregunta que otros no quisieron hacer hace más de siete años.
Nos acostumbran desde niños a aceptar las mentiras piadosas como algo bueno, en lugar de ser valientes y de aceptar con serenidad cualquier hecho que demuestre de forma fehaciente una realidad desagradable.
Puede que algunos crean que esto son meros defectillos, o miedos humanos, o falta de madurez, pero para mi son algo peor, porque no medimos las consecuencias.
Tampoco estamos aceptando lo que estamos haciendo a nuestro propio planeta y seguramente nos estemos suicidando por miedo a enfrentarnos a la realidad.
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