El mundo editorial puede cambiar mucho. Resulta sorprendente que autores literarios de éxito arriesguen su buena relación con sus editores para inciar la aventura de publicar en versión digital con Amazón, pero La noticia de que el poderoso agente literario Andrew Wylie (mira su cartera de clientes) ha pasado por alto a los editores convencionales para vender libros electrónicos de sus clientes directamente a ha creado un pánico perfectamente explicable.

El libro en papel frente al e-book

El libro en papel frente al e-book

La amenaza que esto representa para las grandes editoriales es enorme, porque lo que acaba de ocurrir es que el poder acaba de desplazarse de las grandes editoriales a los agentes literarios que son intermediarios mucho mas cercanos al autor, gracias al aumento de libros en versión digital.

Esto tenía que ocurrir y explicaré por qué. La literatura no es un mero negocio, es mucho más que eso. La globalización de los mercados ha conducido a unos cambios donde hemos perdido calidad literaria por un enfoque excesivamente mercantil de la literatura.

La globalización de los mercado, ha concentrado el capital y el conocimiento y las decisiones, cambiando considerablemente todas las reglas de juego en toda la industria y la industria editorial no es una excepción. Las pequeñas editoriales ya apenas pueden competir con las grandes compañías que se han ido formando por fusión de las más grandes. Un ejemplo es Random House que vende el 25% de todo lo que se publica en EE.UU. y que es el mercado editorial más importante del planeta, pero este es sólo uno de los muchos monstruos editoriales que han ido surgiendo y que funciona concentrado sus esfuerzos en un limitado número de títulos con objeto de obtener las mayores garantías de éxito reduciendo el riesgo comercial al mínimo y maximizando la rentabilidad del negocio.

Esta fuerte selección de títulos suele estar reñida con la calidad literaria, la innovación y el aporte cultural. Esto implica un cambio brutal respecto a un pasado no tan lejano. Los editores a la antigua usanza, leían a medida que los autores escribían y dedicaban el fin de semana a corregir textos y discutirlos, acompañando el proceso de creación. También ayudaban a los autores a resolver sus apuros económicos, se ocupaban de entusiasmar a los críticos por anticipado, hablaban con los libreros, y participaban activamente en la vida literaria y cultural.

En el panorama actual todo eso ha desaparecido y son los agentes literarios los que se han preocupado de ejercer esas funciones importantes. Muchas editoriales tratan con agentes literarios, no con los autores.

En mi opinión todo esto acerca el poder al autor aunque existe un paso que lo acercaría aún más, que es el de la autoedición y que un auge de los contenidos en formato digital podría tenminar haciendo posible eliminando esta vez a los agentes literarios. La globalización está permitiendo un acceso más directo entre autores y los lectores y muchos negocios de intermediación irán perdiendo su razón de ser.

Ya hay empresas que han ofrecido grandes facilidades para la autoedición, pero muchas de ellas han cometido el error de englobar en una misma oferta al escritor de oficio y al escritor de vanidad como si fuera lo mismo vender diez libros en un año que diez mil en un més. Son clientes distintos y negocios distintos. No basta con reconocer lo que está quedando obsoleto ni saber por donde irán los tiros. Los matices de estos negocios determinarán el éxito o el fracaso de cada uno de ellos.

En tiempos de cambio el coste de oportunidad es desconocido, y puede superar la ganancia esperada. En tiempos de cambios, muchos intentan adaptarse y sólo unos pocos acertarán exactamente con la línea de negocio más adecuada que será la única que sobreviva. No sólo las editoriales y los agentes literarios están arriesgando, muchos autores ahora se ven obligados a apostar y no todos van a acertar.

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