El origen de las ideas:
Si el hecho de olvidar el nombre del que inventó la rueda o el fuego nos privara de esos adelantos, ahora nos acordaríamos de quienes fueron sus inventores, pero no es ese el caso y aunque queramos ser agradecidos con los padres de aquellas revolucionarias ideas, no podemos hacerlo de forma justa porque las ideas no nacen de la nada en la mente de una única mente genial. Las ideas no funcionan de ese modo, tienen un origen difícil de rastrear.
Derechos de autor:
La propiedad intelectual, en mi humilde opinión, es una quimera, pero los derechos de autor son otra cosa. Estos son algo que simplemente existe con un criterio práctico para permitir que los creadores puedan sacar rentabilidad por sus obras en compensación por su trabajo creativo. De otra forma muchos trabajos que exigen años de dedicación serían imposibles de producir.
Las leyes pueden y deben servir para recompensar a los que hacen aportaciones extraordinarias a la sociedad, pero sin olvidar que se trata de un criterio práctico y revisable, y como tal debe obedecer exclusivamente al interés general.
En este sentido, permitir que la industria de la propiedad intelectual dirija la defensa de los derechos de autor no garantiza el interés general. Garantiza los intereses de los autores, pero no de todos.
El interés de la industria de la propiedad intelectual se centra en una selecta minoría de autores capaces de generar importantes beneficios para la industria.
A nuestros políticos hay que recordarles que el bien común no se mide solo en dinero. La cultura, con independencia de su faceta monetaria tiene un enorme valor social en sí misma.
Tenemos hoy en día no solo Software Libre con una gran implantación social, sino proyectos de Hardware Libre como Arduino, que están penetrando a gran velocidad en nuestra cultura. Arduino tiene la capacidad de convertirse en un fenómeno social que podría conseguir un renovado impulso en la la robótica de gran consumo desde la óptica de hágalo usted mismo.
Los genios son enanos aupados a hombros de gigantes:
Las empresas como Apple son lo que son gracias a los personajes como Steve Jobs que marcaron la diferencia con sus geniales ideas, pero estas suelen funcionar creando cascadas incontenibles de nuevas ideas donde la paternidad resulta dificilmente delimitable.
Microsoft lo petó con su S.O. Windows, pero antes de eso, Apple Lisa convirtió el interfaz gráfico de ventanas y el uso del ratón en un elemento imprescindible de nuestra forma de manejar ordenadores. Esta fue una brillante idea que Apple desarrolló y pulió tras una visita al Xerox PARC en 1979. ¿Quién es el padre del actual sistema de ventanas en los ordenadores? ¿Xerox?, ¿Apple?, ¿Microsoft?, ¿Todos ellos?
Donde reside el valor de una idea:
Para intentar contestar a algo así, permitidme que plantee otra pregunta ¿Estamos en deuda con el inventor del teclado de ordenador?
En tal sentido, el diseño QWERTY (patentado por Christopher Sholes en 1868 y vendido a Remington en 1873) apuntaba a resolver un problema mecánico de las primeras máquinas de escribir. Cuando ciertas combinaciones de teclas al ser apretadas rápidamente, se enganchaban. Para evitar esto, la distribución QWERTY situó a aquellas teclas que eran más proclives a ser golpeadas en secuencia, en lados opuestos del teclado.
Ese maravilloso invento que ha llegado hasta nuestros días, se continua usando pero su vigencia no se debe a los motivos originales. Las consideraciones mecánicas originales carecen de relevancia en la actualidad. Ahora lo seguimos usamos porque en su momento tuvo la fuerza de convertirse en un estandard. De hecho, para un teclado de ordenador actual no parece que QWERTY sea la disposición óptima. Lo valioso es el hecho de compartir un amplio estandard, pero ese no es un valor original con una paternidad reconocible, sino un valor sobrevenido. Toda obra en el momento de nacer ya tiene un valor real y tambien un valor potencial.
En un reciente artículo de Enrique Dans, Apple, la innovación y la apertura, este, ante la caída de ventas del iPhone a favor de Android, nos confiesa lo siguiente: «Lo curioso, lo verdaderamente fascinante para mí, surge cuando estudiamos no el arranque de estos productos, sino su caída». Enrique Dans tiene bastante claro el valor de la redistribución de la información. Basta con leer el título de otro de sus artículos El valor de la innovación no está en evitar que te copien, sino en conseguir que todos te quieran copiar. Por desgracia entre nuestros ministros de cultura nunca tuvimos a un Enrique Dans.
La sesgada visión política sobre la cultura:
La tendencia política a priorizar el valor mercantil en lugar del valor de lo público, termina beneficiado a sectores minoritario muy poderosos de la sociedad aumentando la desigualdad social, el diferencial de riqueza y la pérdida del rumbo de la democracia. No les hemos elegido para eso.
No es una casualidad que los cuatro últimos ministros de cultura: Carmen Calvo, César Antonio Molina, Ángeles González-Sinde y ahora Jose Ignacio Wert, estuvieran entre los peor valorados de los diferentes equipos de gobierno. Un país que se dedica a distorsionar los valores culturales con criterios mercantilistas hace un pésimo favor a la sociedad. Una sociedad medianamente culta no habría votado sistemáticamente a los partidos mayoritarios más corruptos.
Cuando se transmite desde el poder la idea de que el dinero es el bien supremo la corrupción hace acto de presencia. Tanto tienes tanto vales. Lógicamente el dinero que se genera en un país debe pasar por el control gubernamental para que este pueda hacer una redistribución de la riqueza, pero las trampas del sistema permiten una pésima redistribución de la misma.
Nuestros ministros de cultura nunca fueron eso. Fueron ministros de la industria cultural que no solo negaron el valor cultural de Internet sino que lo criminalizaron provocando un retraso tecnológico y cultural muy considerable. Estos ministros, han sido incapaces de entender la naturaleza de las nuevas obras en formato digital. Se ven impotentes ante una riqueza cultural que se genera al margen de su malsano intervencionismo político con afán recaudatorio.
Se ha tratado de imponer por todos los medios posibles el viejo modelo de la propiedad intelectual y del copyright a toda Internet con resultados muy lesivos para la sociedad. Una sociedad que ha clamado durante muchísimos años en reivindicación de sus derechos y libertades de forma abrumadora y con muy escaso resultado.
La manipulación de las ideas a través del lenguaje:
La palabra propiedad intelectual surgió por la doble necesidad de presentar el plagio de una obra como un robo, y para articular los derechos derivados de las copias impresas de las obras literarias que son las primeras obras donde la industria fue capaz de lograr grandes cantidades de copias de obras.
Por una parte, debería entenderse de una vez por todas que plagio y robo son asuntos muy diferentes. Un plagio es la violación de la paternidad de una obra. Cuando el plagiario hace uso de los derechos de autor que no le corresponden, no está robando la obra, que por intangible no puede ser hurtada, sino que está robando los beneficios de unos derechos que no le son propios. La diferencia es importante.
Por otra, las copias de obras ya no son un asunto circunscrito al mundo de la industria. Cualquier persona en su casa copia obras continuamente con suma facilidad gracias a Internet y a la informática. Lo hacemos en la memoria de nuestro ordenador cada vez que visitamos una página o cada vez que la imprimimos.
Hay que insistir una vez más, por más que las leyes se empeñen en lo contrario, la propiedad intelectual es como un dolor de la branquias en un ser humano.
La propiedad intelectual no existe. Nada puede retener a lo intangible. Si es intangible es inapropiable.
Este debate sobre el concepto de propiedad intelectual, viene de antiguo. El paso de los manuscritos a la venta de obras impresas fue hito importante que impulsó este concepto falaz de sentido de propiedad sobre lo intangible. Cuatro siglos más tarde de la creación de la imprenta de Gütemberg, ya existían controvesias sobre el término. Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos de América, que ocupó el cargo entre 1801 y 1809 se pronunció sobtre ello en los siguientes términos:
Si la naturaleza ha creado alguna cosa menos susceptible que las demás de ser objeto de propiedad exclusiva, esa es la acción del poder del pensamiento que llamamos idea, algo que un individuo puede poseer de manera exclusiva mientras la tenga guardada. Sin embargo, en el momento en que se divulga, se fuerza a sí misma a convertirse en posesión de todos, y su receptor no puede desposeerse de ella. Su peculiar carácter es también tal que nadie posee menos de ellas porque otros posean el todo. Aquel que recibe una idea mía, recibe instrucción sin mermar la mía, del mismo modo que quien disfruta de mi vela encendida recibe mi luz sin que yo reciba menos. El hecho de que las ideas se puedan difundir libremente de unos a otros por todo el globo, para moral y mutua instrucción de las personas y para la mejora de su condición, parece haber sido concebido de manera peculiar y benevolente por la naturaleza, cuando las hizo, como el fuego, susceptibles de expandirse por el espacio, si ver reducida su densidad en ningún momento y, como el aire, en el que respiramos, nos movemos y se desarrolla nuestro ser físico, incapaz de ser confinadas o poseídas de manera exclusiva. Las invenciones, pues, no pueden ser, por su naturaleza, sujetas a propiedad. – (THOMAS JEFFERSON)
Si absurdo resultaba entonces el término de propiedad intelectual, mucho más lo es ahora en plena era de la información, donde la mayoría de las prohibiciones actúan como meras puertas plantadas en mitad del campo.
Conclusiones:
Es la gente lo que finalmente transforma una buena idea en una idea exitosa y valiosa pero para eso la idea ha de ser buena en su origen. La idea actúa como una chispa capaz de generar un incendio pero esta además de generarse debe caer en el terreno apropiado para su propagación.
El efecto multiplicador del beneficio de una idea está en la capacidad de comunicación que posee el ser humano, pero cero multiplicado por cero es cero. La semilla original también cuenta. No debe infravalorarse ni la chispa inicial ni las condiciones de propagación de esa llama inicial.
Cuando nos olvidamos de que lo esencial es el interés general y enfatizamos unos protagonismos concretos olvidando que son deudores de ideas anteriores (quizás anónimas), distorsionamos el auténtico valor de las ideas que no es otro que el de inspirar nuevas ideas tan valiosas o más que ellas. Eso no significa que debamos olvidar que para que la chispa original se produzca conviene crear unas condiciones de reconocimiento a ese trabajo que permitan la sostenibilidad de los autores.
Beneficiar con las leyes a una industria de la cultura es olvidar que el papel de esta poderosísima industria es de mera intermediación en un mundo donde los intermediarios de la información son cada vez menos necesarios por la presencia de Internet.
Cuando desde la industria se enfatiza un concepto falaz y obsoleto como el de la propiedad intelectual se está desvirtuando la razón de existencia de los derechos de autor. Estos no deberían existir para proteger propiedades privadas intangibles porque nada intangible puede ser apropiable. Los derechos de autor deben existir para impulsar la sostenibilidad de los autores pero siempre con la vista puesta en el interés general y no intereses comerciales espúrios.
La propiedad intelectual es un concepto artificial que tiene por objeto el control de la difusión de las obras con derechos de copyright con un criterio puramente mercantil.
Existe un interés importante por intoxicar sobre el tema de la propiedad intelectual. La cultura y el negocio de la cultura son cosas diferentes. No se puede permitir que el dinero hable en nombre de los creadores y menos aún en nombre del interés general. En una democracia la sociedad no debe de estar supeditada a los intereses de lucro de un poderoso lobby que desprecia el valor social de la cultura porque solo le interesa su valor mercantil.
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