Puede que mis opiniones no sean siempre muy acertadas, ¿pero no sería mejor que eso lo decidieran los demás?
La verdad es que no he conseguido que Enrique Dans sea consciente de lo peligroso que es disculpar ciertas prácticas por parte de las grandes potencias económicas. Lo máximo que he conseguido es que para hacerle llegar mi opinión tenga que recurrir a mi propio Blog que tiene una visibilidad limitada, ya que escribo en él muy de vez en cuando y tiene pocas visitas.
Hoy quería haberle hecho llegar mi opinión en Twitter, pero me he encontrado esto:

Enrique Dans
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Se toma esto como algo personal, pero se equivoca. Admito ser una mosca cojonera, pero no más que él, y no por gusto, más bien es porque soy tan tozudo como él. Enrique insiste en sus argumentos de siempre, e incluso sabiendo que muchos como yo vamos a estar en total desacuerdo, pone la venda antes de padecer la herida. La venda está puesta en su artículo.
Antes de que nadie me acuse de defender prácticas fiscales evasoras, me parece importante hacer notar lo que ya he comentado en muchas otras ocasiones…
Esta vez titula su artículo como El desastre fiscal europeo. Es un artículo lleno de información interesante, como todos los suyos, y recomiendo leerlo, pero también advierto que sus conclusiones están equivocadas, como viene siendo habitual cuando habla de estos temas. Me daría lo mismo si no fuera porque creo firmemente que contribuyen a una distorsión la realidad muy negativa.
Se trata siempre del mismo falso dilema hábilmente defendido. Insiste en señalar que la culpa no es de las empresas, es de los políticos, como si ambas cosas fueran mutuamente excluyentes. La realidad es que la culpa es de ambas partes, y en mi modesta opinión es incluso mayor en la parte de los mercados, porque desde que los políticos contribuyeron a crear monstruos empresariales y financieros para competir en el mercado global, estos se hicieron con el control de la política mediante coacciones, sobornos y puertas giratorias, corrompiendo así la democracia a nivel global. Estamos sufriendo consecuencias espantosas.
Yo no soy anticapitalista, lo que creo es que el capitalismo está peligrosamente enfermo, se ha salido de madre completamente, y ha logrado corromper la democracia para escapar a muchos controles políticos que limitaban sus beneficios por medidas de interés general.
La globalización económica y los medios de mediáticos/informáticos, se han amalgamado para sostener la superestructura ideológica que está conduciendo a un aumento constante del diferencial de riqueza, a un aumento del paro y a una perdida del nivel adquisitivo que colapsa la economía.
Creo en el libre mercado, pero sin trampas tales como la concesión de un amplísimo nivel de autocontrol a las empresas.
Yo me temo que Enrique se ha integrado dentro de esta superestructura ideológica ultracapitalista. Quizás por eso algunos medios, que en buena parte son parte del problema, le tratan muy bien.
Enrique acostumbra a dar una de cal y otra de arena, pero cae cada vez con más frecuencia en contradicciones. Una de ellas es la de censurar las opiniones de aquellos que no piensan como él. En mi caso, el enfrentamiento dialéctico con Enrique se recrudeció aquí: Las gafas de ver en el caso Volkswagen, dedicado a Edans.
El nuevo error de Enrique se llama censura, y como tal creo que me beneficia a mí y le perjudica a él.
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