Sobre el futuro del libro, se ciernen muchas dudas relativas a una posible crisis del negocio editorial tradicional. Estamos en un momento crucial de grandes cambios sobrevenidos por la brusca irrupción del fenómeno de Internet en la sociedad.
Existe un importante debate, sobre el modelo actual de la cultura. Los gobiernos están custodiando con leyes proteccionistas, que unos consideran imprescindibles y otros consideran obsoletas y nocivas para la cultura.
En el centro del modelo cultural actual se sitúa el concepto de copyright que los más tradicionales consideran el Sancta Sanctorum de la cultura. Lo cierto es que este concepto nació en un contexto muy diferente y su utilidad social empieza a ser discutida desde muchos ámbitos por constituir un freno para la difusión de contenidos.
El contexto del negocio literario ha cambiado muchísimo y este cambio es percibido como amenaza por un mundo editorial cargado de inercias y de concepciones nostálgicas anticuadas. Todas esta concepciones provienen de tiempos donde la dificultad de copia de una obra era suficientemente elevada como para justificar que existiera un negocio de fabricar copias. Hoy en día ya no es así y ese negocio que se tiene a sí mismo como imprescindible solo sirve para sustentar un concepto elitista y extremadamente comercial de la cultura. Son ideas anticuadas, dogmáticas, impopulares y erróneas que están dañando a la cultura con la excusa de que esta debe ser protegida.
Recomiendo leer un texto que fulmina las cansinas falacias divulgadas por el lobby del copyright. El texto no tiene desperdicio pese a que es un pelín largo:
¿Qué es el negocio de la literatura?
- Autor: Richard Nash
- http://rnash.com/
- @r_nash
- Traducción de Manuel Haj-Saleh del artículo The Business of Literature, The Virginia Quarterly Review (89/2).
Cuando se argumenta afirmando que el sistema actual recompensa el talento, se está cometiendo un grave error. Lo que habría que decir es que el sistema actual y los anteriores, solo recompensan el éxito. Este tiene una componente importantísima de azar, sin perjuicio de necesitar importantes dosis de eso que hemos dado en llamar talento y esfuerzo, pero el éxito no se explica en base al talento o al esfuerzo porque uno de los factores que más favorece el éxito es el propio éxito. Existe una importante realimentación positiva del éxito.
Dicho de otra forma, no consumimos obras netamente talentosas sino obras principalmente exitosas, que secundariamente pueden ser más o menos valiosas. El éxito es un concepto meramente comercial. Este tiene una conexión cierta con la valía de la obra pero esta es más endeble de lo que generalmente se supone. No se puede negar la existencia de ese talento y de un enorme esfuerzo en la mayoría de las obras que triunfan, pero todo intento de establecer una proporcionalidad entre el triunfo comercial de una obra y cualquier otro factor, es un ejercicio inútil. A lo largo de la historia se han dado casos muy llamativos de falta de éxito:
- Herman Melville, autor de Moby-Dick fue uno de tantos escritores que murió en 1891 completamente arruinado y olvidado.
- Bram Stoker tenía 64 años cuando murió arruinado, olvidado, enfermo y demente.
- Enrique Jardiel Poncela, Falleció, arruinado y abandonado por muchos de sus amigos, el 18 de febrero de 1952 a la temprana edad de 50 años. En su nicho figura como epitafio una frase suya: «Si queréis los mayores elogios, moríos».
Esto debería hacernos reflexionar y preguntarnos ¿Cuantas obras que pudieron merecer el éxito no llegaron a alcanzarlo? El copyright ha condenados al olvido eterno, más obras valiosas que las que ha catapultado a la fama. El copyright es el culpable de la situación de inaccesibilidad de las obras huérfanas, esto es, aquéllas obras en las que los titulares de sus derechos no se conocen o no son localizables. No importa si alguien descubre una de estas obras y la considera valiosa. Nadie se arriesgará a promoverla por miedo a posibles represalias legales.
Richard Nash, en el texto que he referenciado anteriormente, comenta lo siguiente:
La inmensa mayoría de los 28 millones de libros impresos que están ahora mismo en circulación no han ganado nada de dinero, y cada pocos años un autor ganará más de 200 millones de dólares: primero Dan Brown y J. K. Rowling, ahora E. L. James. Es extraordinario observar a la gente dar tumbos buscando una explicación a su éxito…
Para mí la explicación está en la realimentación positiva del éxito, y ello no es un mecanismo que introduzca una recompensa justas y equilibradas con criterios puramente culturales y sociales. La frase final de este largo pero denso texto de Richard Nash, finaliza con un párrafo digno de enmarcar.
La cultura del libro está mucho menos amenazada de lo que mucha gente ha escogido suponer, pues la noción de una cultura del libro en peligro ya asume que la cultura del libro es una bestia mucho más refinada, delicada y frágil de lo que realmente es. Al definir a los libros como algo contra la tecnología nos negamos a nosotros mismos, negamos el poder del libro. Restablezcamos la auténtica reputación de la edición; no como una barrera contra el futuro, no como un bastión contra los cambios radicales, no como una ciudadela en medio de los bárbaros, sino más bien como el futuro inmediato, como el agente radical del cambio, como el bárbaro. El negocio de la literatura está petándolo.