José María Aznar

José María Aznar

Esto no tiene que ver con un personaje en concreto. Creo que lo más importante es el tipo de iniciativas que se están orquestando en determinados círculos para justificar la no reducción de gases de efecto invernadero.

Aznar, de la negación a la adaptación.
cuando se autodefinió como «ecologista sensato» y se alineó con los más escépticos del cambio climático no sorprendió a nadie.
Ahora el protagonismo le ha llegado al conocerse que ocupará un cargo en una nueva organización llamada Global Adaptation Institute

La reducción de gases de efecto invernadero tiene una consecuencia de disminución de la producción en la industria, cosa que no gusta a aquellos que se empeñan en que todo ha de pasar por el ilimitado crecimiento económico, la competitividad creciente de los mercados, la interminable espiral de consumo y por maximizar la producción, etc.

En otras palabras son gente que no quiere escuchar hablar de sostenibilidad ni de la moderación en el crecimiento, medido en cantidad de bienes superfluos.

En lugar de ello ven en los desastres que todo ello provocará, una oportunidad para nuevos negocios. Por ejemplo para contener la subida del nivel del mar se crearán enormes diques de contención y parece que cuanto más grandes se necesiten hacer, mejor para ellos y para sus amiguetes de la construcción.

La cosa está muy clara. Los desastres nunca afectan a todos por igual, y a la gente que propone estas barbaridades, el cambio climático no les afectará tanto. Para que a ellos o a sus nietos les afecte, antes tenemos que morirnos todos los demás. De hecho, el cambio climático ya está matando gente en países pobres y cada vez será peor.

Mientras tengan poder la gente con dinero y con estas ideas encaminadas a aumentar el diferencial de riqueza y de reserva de la calidad de vida, estamos en grave peligro.

De Aznar no voy a opinar porque es un ex, pero de la idea, que quizás no es suya, sí.

Me parece la idea más peligrosa y más repugnante que he escuchado en toda mi vida. Detecto una pésima actitud en la clase política hacia los problemas de sus ciudadanos y una irresponsabilidad tremenda ante esta crisis y el generalizado descenso de la calidad de vida de la clase trabajadora.

Las imágenes de Roma ardiendo puede que tengan algún desencadenante concreto, pero el caldo de cultivo y de descontento general de los ciudadanos contra la aristocracia política está aumentando peligrosamente en todos los países de nuestro entorno. Hay muchos políticos que empiezan a dar verdadero asco cuando abren la bocaza.