Los recursos son finitos:

El planeta y la cantidad de recursos naturales que produce son finitos. Si consumimos más de lo que la naturaleza es capaz de reponer, tarde o temprano agotaremos los recursos.

Me temo que es imposible primar la sostenibilidad si no es en detrimento de la productividad y viceversa. Son como platos de una misma balanza, cuando una sube la otra baja. Al igual que en una balanza,  la productividad no podrá subir más cuando la sostenibilidad toque fondo.

Un problema político:
El problema que está impidiendo reaccionar, es que nuestra clase política obedece a objetivos cortoplacistas. Tienen su ojo puesto en el PIB y están ciegos para la sostenibilidad. Los políticos son el problema. Favorecen la productividad sacrificando la sostenibilidad cuyas consecuencias pasarán facturas muy duras pero a más largo plazo.

Si nuestros políticos quieren invertir en productividad, será mejor que inviertan en programas de exploración espacial, porque a este planeta no se le puede estrujar mucho más. La idea no es mía: Stephen Hawking Abandonar la Tierra o morir

El cortoplacismo político en tiempos de bonanza suele derivar en despilfarro irresponsable, pero cuando llegan los malos tiempos no saben reaccionar, porque creen que lo que funcionó muy bien una vez tiene que volver a funcionar igual. Se producen unas inercias que impiden mirar y anticiparse a los nuevos acontecimientos.

La incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos tiene mucho que ver con unos modelos políticos obsoletos que tienen ideas previas al nacimiento de las nuevas tecnologías. Estas han cambiado a la sociedad y a los mercados, pero nuestros políticos se aferran a modelos caducos tal y como ocurre con la industria de los contenidos sujetos a copyright. Se han quedado ancladas en el pasado, no son capaces de evolucionar.

El panorama no es muy alentador. Por culpa de estas inercias, esta crisis será muy duradera. Nuestros políticos están insistiendo en los mismos errores una y otra vez.

En España hemos llegado a la situación absurda de inyectar dinero mediante créditos a bajo interés a las entidades bancarias. Estas son las principales culpables de la crisis por pura ambición irresponsable compartida con la irresponsabilidad política que les permitió autorregularse.  Esa inyección de dinero a bajo interés crea una deuda pública con unos intereses demoledores. La idea es que fluya el crédito, pero el dinero no fluye. A cada nuevo experimento financiero nos hundimos más y más.

Se necesita un nuevo modelo político y económico:

No importa que tengamos la posibilidad de cambiar de políticos cada cuatro años. Eso no basta. Estamos cambiando de parásitos cada cuatro años. Las estructuras políticas actuales  tienen muy poco de democráticas. No están conectadas ni con la voluntad popular ni con las necesidades a largo plazo de la sociedad. Son meros criaderos de ingentes cantidades de parásitos improductivos obsesionados con la productividad de la clase media trabajadora que es de donde ellos se nutren.

Mientras no se abandone la idea de que lo más importante es la productividad y el consumismo, estaremos retrasando la salida de la crisis o creando las condiciones para las siguientes que necesariamente serán cada vez peores.

Tarde o temprano lo único que funcionará serán los criterios de sostenibilidad y consumo responsable, y cuanto más se tarde en cambiar el enfoque de todo el modelo económico, peor lo vamos a pasar.

Si para que la situación empiece a mejorar, tiene que empeorar aún más, estamos por muy buen camino, o como dice el refrán: «no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista».

Sobre estos temas ya me he pronunciado en alguna otra ocasión: