Esta era una sabia frase de mi suegro Gregorio, a quien quiero recordar en este artículo. Un hombre más bien menudo, que fue pastor y al que yo admiraba muchísimo, por su positividad, su buen humor, su sabiduría y su gran corazón. Y le quiero recordar no por nada, sino porque al ver este vídeo me vino su frase a la cabeza. Una frase que encierra una gran verdad.
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